mi hora mágica son desde las diez en adelante
cuando ya no hay nadie en la vida
y son almas errantes las que quedan deambulando
ruina distintiva de unos ojos claros
laberinto donde hay porqué perderse
odio las mañanas que me alejan del día
odio privarme del animal que encierro
odio la noche que precede al verano
odio el sueño que da el despertar
y las ganas de seguir soñando
con el sabor del vino sin la sed de la víspera
con la víspera del día
del único día
de vigilia y frutas cayendo de un árbol
sobre una mesa donde brilla el sol
el pan crujiente y el vapor del té subiendo
desprendido hacia lo ausente
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