la innecesaria costumbre de recurrir a falsos recuerdos, a falsas noches de un pasado inolvidable: ya recorrí las calles por las que ahora me pierdo y saludo a cualquier extraño sin esperar ninguna respuesta

caigo dentro de una rueda de bondad con la anciana que se cuela en la fila y con el perro de la esquina que me pregunta si tengo una moneda para el pasaje, un hueso, lo que sea, porque veo el hambre en tu mirada y el tiempo que te falta y entonces no te muerdo y te acompaño hasta un basural discreto a oliscar las sobras

las ganas de llorar se fueron como si de un temporal se tratara, dejando al asco germinar y al bosque tragarse mi lengua y mi apetito mientras veo por la ventana que se alejan las ganas de conocer una especie nueva de planta o ave, recalentando el agua por tercera vez para prepararme un té del cual no tengo ganas

saludo a cualquier extraño y me da por echar en falta los anhelos destructivos de mi corazón incendiario, que palpita inerte bajo la superficie de mi piel

pienso que mi piel, en este (o)caso, es una cáscara deuda a la caída, y que mi cuerpo es un fruto desprendido de un árbol, orbitado por moscas y habitado por larvas, buscándose en la suma de alguna totalidad errada, consumiéndose a la suerte de la espera 

y recurro al recurso patético de recordar, de hacer mover las fotos fuera de su cuadro, de mirar las nubes con formas danzantes y agradecer al cielo por tan hermosa escena

pero el patio y sus paredes no parecen variar en su croma nocturno: una tele encendida en cualquier canal y despilfarrando algún tipo de señal emotiva

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